sábado, 14 de junio de 2008

Carlstadt, NJ, USA - Día 6

Siendo ya mi último día en USA, a la mañana me levanté temprano, hice la valija y me despedí del hotel. Durante la mañana nos dedicamos con Mike a repasar los resultados de la semana, viendo los pasos a seguir, y al mediodía él se fue al hotel a buscar a Irene para irse. En mi caso, el remis me pasó a las 16:30 así que aproveché la tarde para ir preparando mi reporte.

El viaje al aeropuerto fue largo, casi 2 horas, debido a que teníamos que atravesar New York en hora pico y estaba todo congestionado. Llegué, hice el check-in del vuelo en una máquina (cada vez se usa menos gente para atender al público), pasé la revisión de seguridad, donde te hacen sacar hasta los zapatos, y me fui a la zona de abordaje a esperar mi vuelo. Eran las 18:40 y tenía 3 horas para que supuestamente comenzara el abordaje sí que maticé la espera primero con una hamburguesa y luego con un café en Starbucks. La vez pasada, cuando vimos el nuevo local que abrieron en Alto Palermo, Vane me había preguntado que tenía de tan especial. La verdad que, comparado con los cafés de acá, no mucho excepto porque son más grandes y tenés la posibilidad de armartelo como vos quieras (agregar leche, crema, cacao, etc.), pero con respecto al jugo de paraguas que normalmente llaman café en USA la diferencia es notoria.

El avión que teníamos que tomar llegó retrasado de San Francisco, al punto que desembarcó directamente en nuestra puerta de embarque. Debido a esto terminamos embarcando con más de media hora de demora, a lo cual se le sumó otra media hora esperando turno para despegar. En definitiva, despegamos con una hora de retraso. El vuelo fue agotador. Me tocó nuevamente ventanilla, lo cual es muy bueno par mirar ero no tanto para moverse, algo que está visto que debo hacer si quiero mantener una buena circulación. La próxima, pido pasillo. Dormí apenas un poco y a las 10:30 ya estaba de nuevo en la Argentina. Como suele suceder n los vuelos que vienen de USA, la Aduana me revisó la valija pero el guarda se distrajo con la laptop, que obviamente podía demostrar que no la traje de afuera, y no se fijó en el resto de la cosas que compré allá. 

En fin, ya estoy de nuevo en casa. Será hasta el próximo viaje.

viernes, 13 de junio de 2008

Carlstadt, NJ, USA - Día 5

Today started the day a bit different, as I decided...

(Esto de estar hablando Inglés todo el tiempo me está afectando. Sin siquiera pensarlo empecé a escribir esta entrada en Inglés)

Hoy empecé el día de un modo diferente, ya que decidí desayunar en la habitación aprovechando que tenía jugo de naranja, café y fruta. A las 8:30, como siempre, me encontré con Mike en el lobby del hotel y salimos para la planta. Mike tenía cara de haber dormido mal, atribuíble principalmente a que su cena familiar del día anterior había resultado un desastre: sus primas se pelearon mientras los esperaban, ocasionando que una de ellas se fuera luego de que llegaran y la otra se pasara la cena despotricando. Al fin y al cabo, cómo le dije, la pasé mejor yo laburando que él.

La mañana trajo nuevamente resultados prometedores en cuanto al barniz que estamos haciendo y al mediodía invitamos a Neil, el técnico que nos dió una mano con las pruebas a nivel laboratorio, a almorzar en un restaurante llamado Taos, que se especializa en comida fusión. Mi orden fue "Chicken Pockets", un plato muy interesante que era una pechuga de pollo rellena con jamón cocido, muzzarela y tomates desecados, envuelta en masa de hojaldre. Esto venía acompañado con una ensalada de fideos y verdura (hojas verdes de vaya a saber qué) y un dip de queso gorgonzola para mojar el pollo. La verdad muy rico y recomendable como alternativa a la clásica suprema rellena.

Durante la tarde confirmamos los resultados y obtuvimos nuestro primer lote completamente dentro de especificaciones, para luego dedicarnos a planear los próximos movimientos. Por lo pronto Mike estaría dejando su visita a Argentina para más adelante, ya que hacer Miami - Buenos Aires - San Pablo - Miami como el tenía pensado le salía algo así como USD 7.000, un verdadero despropósito. Por ende, lo más probable es que yo viaje para San Pablo del 23 al 27 de este mes. Al menos son sólo 3 horas de vuelo y se hace en el día. Mi próximo viaje a México, en cambio, depende de cuanto se tarde en negociar la autorización para seguir adelante, pero no creo que ocurra en menos de un mes.

A la salida del trabajo le pedí a Mike de pasar por un Radio Shack, una tienda de electrónicos, para comprar el iPod que Andrea quería. Bueno, no exactamente el que quería ya que iPods de 2 Gb no había y los de 4 Gb salían USD 150, no USD 20 como ella puso en el correo. Así fue que terminé comprando un iPod Shuffle de 1 Gb por USD 50, lo cual estaba mucho más cerca del precio. Espero que le guste. Si no, bueno, se quedará sin nada. :) De paso, compré un router inalámbrico para Lita.

Llegué al hotel, me bañé y luego me encontré con Mike e Irene para ir a dar una vuelta. Luego de una breve discusión decidimos ir al mall (haber sabido), el mismo del martes. En realidad sólo me quedaba una cosa por comprar, un regalo para bodoquito, y el elegido fue un oso de Build-A-Bear. Algo había hablado de este lugar el año pasado y lo que dije era cierto: los padres terminan gastando fortunas en estos osos. Sin embargo, no había visto el proceso de compra por dentro como esta vez, el cual es, la verdad, genial en su concepto.

En Build-A-Bear uno empieza eligiendo un oso (no necesariamente un oso, puede ser también algún otro animal, incluso un dinosaurio) sin rellenar y lo lleva a la máquina de relleno para rellenarlo "de amor" (que es sospechosamente parecido a la fibra no tejida que se usa en algunas almohadas). Se le puede agregar un chip con sonidos, incluso grabados por uno mismo y un "corazón que late" o si no le agregan un "corazón" normal de peluche. También le agregan un código de barras que es único del oso y permite devolverlo a su dueño en caso de que se pierda. Una vez finalizado, el oso se cierra y supuestamente "nació", así que hay que "bañarlo", lo cual se hace bajo corriente de aire en una especie de bañadera.

El siguiente paso es vestir al oso. Hay ropas de todo tipo: mucha ropa femenina, algo de masculina y uniformes (soldado, policía, bombero, pirata, Batman, Spiderman, etc.). También hay accesorios, como antejos, carteras o celulares. Cada pieza se vende aparte, con lo cual el costo final del oso empieza a subir. Mike e Irene se divirtieron a costo mía durante todo el proceso, especialmente durante la elección de ropa. Mike de hecho arruinó mi idea de oso Batman cuando dijo que parecía un oso sadomasoquista. En definitiva, me terminé incluinando por el oso motoquero: campera de cuero, remera negra de Harley-Davidson, pantalón de jean negro con cadena, borcegos negros y anteojos de sol tipo policía de Chips. La verdad que se parece a Terminator o a Toga. Para terminar, le puse al oso el nombre de James Dean y emití su certificado de nacimiento.

Después de comprar el oso (creo que Irene va a querer uno) recorrimos el mall un poco más y luego nos fuimos a cenar. El lugar elegido fue Paisano's, un restaurante italiano cuyo chef y dueño, nos enteramos luego, era argentino. De entrada pedimos calamares con hongos y salsa cajún, que eran rabas empanadas, con portobelos salteados rociados por la salsa, que resultó ser bastante dulce. A Mike no le gustaron y, debo decir, a mi tampoco me pareció que la salsa pegara mucho con las rabas. De plato principal pedí ravioles negros de langosta, bañados en salsa rosa con espinaca y camarones. La salsa estaba excelente y los ravioles muy ricos, aunque sigo considerando mejor al relleno de salmón, a mi juicio el mejor relleno de raviol que he probado. Habría que ver como eran los de centolla ya que en general la prefiero respecto de la langosta.
Eso es todo desde New Jersey. Mañana dejo el hotel y de la planta voy directo al aeropuerto, así que mi entrada final de este viaje probablemente la haga desde casa el sábado o domingo a menos que, como en Mexico, encuentre un punto de Wi-Fi gratuito en el aeropuerto.

miércoles, 11 de junio de 2008

Carlstadt, NJ, USA - Día 4

¡Ningún tiempo libre!

Mis esperanzas de tener algo de tiempo hoy a la tarde se evaporaron dado que el lote de prueba de hoy no anduvo bien y tuve que quedarme un par de horas más a ver si podíamos arreglarlo. Dado que Mike tenía una cena y se fue antes, Rich, quien está a cargo de la planta piloto, fue quien me trajo al hotel y tuve la oportunidad de conocer los cinturones de seguridad automáticos que tenía en el auto. Son un dispositivo bastante ingenioso, ya que es como si la hebilla estuviera siempre abrochada y lo que se mueve es la otra punta, que se desplaza alrededor de la puerta, hacia adelante cuando se abre, para dejarte pasar, y luego hacia atrás para asegurarte.

A decir verdad, lo único notable del día fue la cena: almejas al vapor de entrada y camarones rellenos de centolla de plato principal, que en realidad eran camarones con una bochita de carne de centolla encima. Para alguien que le gustan los mariscos, una delicia. De almuerzo había comido en LJs, la cafetería cerca de la planta, un lip smacker, que es una pechuga de pollo con salsa picante, envuelta con lechuga y una especie de rapidita Bimbo.

Nada más por hoy, veremos que nos depara mañana el día.

P.D.: La cámara de mamá funciona, tal y como puede atestiguar esta foto de prueba. El de la foto es Mike.

Carlstadt, NJ, USA - Día 3

Eureka!

Hoy finalmente logramos fabricar en el reactor piloto uno de los barnices, así que mi trabajo acá va bien encaminado. Aunque con el otro no demos pie con bola, al menos ya podemos ir moviendo el proyecto adelante. En fin, estuvimos yendo y viniendo entre la planta piloto y el laboratorio de resinas y una de las cosas que tiene la planta donde estamos es que es un laberinto. No me extrañaría encontrarme un minotauro en algún pasillo un día de estos.

Para almorzar hoy seleccionamos un típico "dinner" que, aunque un poco mejor puesto, parecía sacado de una película. Un menú lleno de platos típicamente americanos, el especial del día y unas camareras que parecían sargentos de instrucción. El tono con el que les preguntó a los de la mesa de al lado "¿Están listos para ordenar?" parecía implicar "¡Más les vale que lo estén!". Mi comida consistió en una sopa de pollo con verdura y un "cerdo arrancado" que era como una sandwich de cerdo, que estaba como si lo hubieran deshilachado y servido las hilachas de carne. Una preparación de lo más extraña.

Una vez de vuelta, y dado que Mike e Irene iban a visitar familiares, me tomé el colectivo 163 en Paterson Plank Rd. y Hackensack St. hasta el mall Garden State Plaza. El colectivo en si, ya que el recorrido hasta el mall no forma parte de la ruta común durante los días de semana, tuve que esperarlo más de media hora pero valió la pena ya que parecía un micro de larga distancia, con aire acondicionado y asientos reclinables muy cómodos. La verdad que un lujo. El viaje demoró unos 40 minutos, no tanto por la distancia como por que el micro iba lento, dejando pasajeros a cada rato. Para cuando llegamos al mall creo que yo era el único que quedaba.

El mall es el mismo al que fui con Mike e Irene el año pasado y aproveché para comprar ahí el regalo para el Día del Padre, la cámara que me pidió mamá y algo para Vane y para mí. También tenía la intención de comprar el iPhone que Gonzalo quería, pero a pesar de tenerlos en exibición, no los estaban vendiendo, por lo que quedó para la próxima. A pesar de haber dado bastantes vueltas, no pude mirar mucho ya que estaba corto de tiempo y decidí enfocarme en lo que iba a comprar. Fue casi una carrera contra el reloj ya que llegué al mall 19:15 y el último colectivo salía a las 22:00. Para colmo, tenía que considerar volver en un horario en que fuera factible cenar, ya que acá se cena temprano y para las 21:00 o 22:00 los restaurantes empiezan a cerrar.

Además del iPhone, la otra desilusión me la llevé en Abercombie & Fitch, donde vi unas camisas muy bonitas y pensé en comprar una para mi viejo y otra para mí. Menos mal que se me dió por probarlas ya que eran recontra chicas, al punto tal que la XXL no estaba ni cerca de poder abotonarmela. La verdad, no entiendo con que criterio las hacen. Por otro lado, pude averiguar en Victoria's Secret el equivalente del corpiño de Vane: 32A. La vendedora me miró bastante raro cuando saqué un corpiño de la mochila con fines de comparar, pero en definitiva no dijo nada y se puso a medirlo contra los que tenía hasta encontrar el talle. Otro incidente fue con una chica en un stand que me quería vender aceite con sal del mar muerto para suavizarme las manos. La chica, que era judía, me tomó por judío también (es la segunda vez que me pasa, lo mismo me pasó con el taxista que me llevó al aeropuerto en México) y se quedó un poco dura cuando le contesté que no lo era pero de algún modo se las ingenió para hacerme probar el producto. Es cierto que me dejó las manos suaves, pero la verdad que no estaba interesado en comprar algo que puedo hacer en casa con aceite y sal entrefina.

Salí del mall a las 21:00 y pesqué justo el colectivo que estaba llegando a la parada. La verdad que me vino bárbaro porque se veía relampaguear feo y al poco de subirme al colectivo empezó a llover bastante fuerte. De hecho, pasamos varios árboles caídos, zonas sin luz y camiones de bomberos yendo y viniendo. Incluso en un punto tuvimos que desviarnos porque la calle estaba cortada por un arbol caído. La chofer, una negra, estaba bastante nerviosa y charlaba con un pasajero que no quería desviarse ya que podía terminar en una calle angosta donde no pudiera doblar por falta de radio de giro, cosa que aparentemente ya le había pasado alguna vez. Evidentemente no sabe como manejan los colectiveros en Buenos Aires.

Llegué al hotel poco antes de las 22:00 y apenas llegué a tiempo para cenar en Charlie Brown's Steakhouse, que queda al lado del hotel y tiene una onda similar a Henry J. Beans. Cené medio rack de costillas de cerdo (son sólo las costillas y un poco de carne entre los huesos) con una papa al horno. Lamentablemente se me hizo bastante tarde, casí las 23:00 hora local, 0:00 de Buenos Aires, así que apenas tuve tiempo de comunicarme con casa. Mañana probablemente tenga más tiempo libre, ya que Mike e Irene van a visitar amigos y yo no tengo planes de ir a ningún lado.

lunes, 9 de junio de 2008

Carlstadt, NJ, USA - Día 2

La semana laboral comenzó temprano con un típico desayuno americano, en verdad no muy bueno. Este hotel no tiene cocina propia, así que lo que sirven es bastante básico. Del hotel nos fuimos directo a la planta (Mike alquiló un auto) y empezamos con las presentaciones. En realidad hoy no hubo mucho que hacer debido a que la semana pasada fue una semana perdida por culpa de un error en las materias primas que mandaron, así que recién hoy estaban logrando hacer el barniz en laboratorio y las pruebas en la planta piloto, que es lo que vine a hacer, quedaron para mañana. Menos mal que no vinimos la semana pasada, ya que hubiera sido perder el tiempo. Por ende, nos la pasamos todo el día haciendo sociales y pegandonos una vuelta por el laboratorio de tanto en tanto.

Al mediodía salimos a almorzar a una especie de cafetería cerca de la planta, el mismo lugar al que fui la vez pasada, y me pedí un sandwich de pollo a la parmesana que era básicamente eso: pechuga de pollo con salsa de tomate y queso parmesano gratinado en un pan. De beber me pedí un Ice Tea que era tan dulce que enfermaba, por lo cual lo terminé dejando. El camino de ida y vuelta a la cafetería era agobiante: hacía como 30°C y una humedad insoportable. La tarde fue más de lo mismo pero, dado que todo el mundo parece que se raja temprano, para las 16:45 ya no quedaba nadie así que nos fuimos. Me bañé y cambié y a eso de las 17:30 Mike e Irene me pasaron a buscar para ir a cenar.

Al pasar vieron la cámara en la notebook, lo cual reflotó mi comentario de que la usaba para mantenermen en contacto con casa. Irene no podía creer que la usara para hablar con mi madre, ya que la de ella aparentemente no es capáz de usar siquiera un celular, ya que no lo entiende. Ayer fue bastante gracioso oirla hablar con ella por teléfono mientras íbamos hacia el super, ya que mezclaba inglés y portugués de las formas más extrañas, tal y como referir a una caja de fusibles como "o fuse box".

Después de viajar un rato bastante largo (25 km según Google Maps) llegamos a Ginza, un restaurant japonés en Caldwell donde me pedí una especie de combo (el nombre en japonés suena mejor, pero no me lo acuerdo) que traía miso, una sopa japonesa con tofu y algas, ensalada, tempura de camarones, teriyaki de salmón, una especie de tortelettis fritos, un par de California rolls (sushi) y una especie de arrolladito primavera chiquito, relleno de verdura, todo en porciones chicas. Además de eso también pedí unos rolls de centolla y los intercambié con mike, que habiía pedido rolls de atún (crudo) picante y salmón con palta. Estuvo muy bueno, aunque fue extraño haber terminado de cenar 19:30, cuando el sol ni se había puesto.

En el camino de vuelta hicimos una desviación para parar en Rita's, una heladería de la que son fanáticos. El helado, que era de agua, era tan dulce que resultaba insoportable, aunque por educación me lo comí sin decir nada. La verdad, nuestro helado, aún el más trucho, es mil veces preferible a eso. La verdad, no entiendo como se bancan tanto dulce. Con razón están todos diabéticos. Debido a éstar empalagado, ni bien llegué me preparé un café, para sacarme la dulzura.

Eso es todo. Mañana la seguimos.

domingo, 8 de junio de 2008

Carlstadt, NJ, USA - Día 1

Heme aquí de nuevo en la brecha, reportando desde tierras lejanas aunque, al menos por hoy, no lo haya parecido del todo.

El vuelo, en un avión de American Airlines, fue normal. Como si fuera un típica película de aviones, no faltaron personajes entre los pasajeros: dos curas, tres haitianos, un montón de rubias yendo a New York y hasta un político, Antonio Cafiero. Sólo faltó la comida en mal estado y los pilotos descompuestos para poder redondear la historia. Me tocó un asiento en ventanilla, lo cual fue al mismo tiempo un beneficio, ya que me permitió mirar hacia afuera y apoyarme para dormitar, pero al mismo tiempo me hizo más complicado ir al baño o estirarme. El asiento resultó bastante duro, lo cual lo hacía algo incómodo y la falta de movimiento me hinchó los pies. De hecho, aún tengo los tobillos hinchados.

El vuelo en sí tuvo algunas anécdotas. Para empezar, por poco no despega ya que había, según el capitán, algún equipo electrónico encendido que causaba interferencia de radio. Después de reclamar un par de veces que revisaran todo y lo apagaran, una mujer se levantó, sacó su laptop del compartimiento de equipaje y vio que estaba prendida. Aparentemente le había ordenado apagarse y la cerró sin verificar, mientras la computadora se quedaba trabada en una planilla de Excel sin guardar. Para colmo, y vaya a saber por que, la mujer no se daba maña para apagar la máquina y estuvo un buen rato lidiando con ella hasta que finalmente se la dio a otra persona. En fin, una naba.

Estando sobre la ventanilla pude tener una linda vista de Buenos Aires desde el aire al despegar, así como de otras ciudades en el camino. Es especialmente lindo de ver la sucesión de pueblos a lo largo de una ruta como si fueran manchas de luz en secuencia que se pierden en el horizonte. También tuve la oportunidad, cuando pasábamos sobre Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, de ver desde el aire lo que parecía ser el lanzamiento de fuegos artificiales. Es increible que lo que resulta tan espectacular desde tierra se convierta en apenas chispitas de colores desde el avión. Después de pasar sobre un banco de nubes en la Amazonia y Colombia, de la cual se entrevió solo un poquito, pude ver Jamaica desde el aire, toda iluminada, y luego el sur de Cuba y algo de las Bahamas, hasta que las nubes volvieron a tapar todo y yo intenté dormir un poco.

Llegamos a Nueva York poco después del amanecer, aunque la combinación de la bruma y el ángulo de entrada no me dejó ver mucho de la ciudad. A las 6:20 estaba en tierra y, luego de un trámite de migraciones y aduana bastante rápido, estaba afuera a eso de las 7:20. Hay que reconocer que este aeropuerto parece más eficiente que Miami, al menos tiene una sóla fila para Migraciones, como Ezeiza, aunque el cartel indicador de a que cabina ir estaba reemplazado por una negra simpatica, embarazada, que mandoneaba a la gente de acá para allá. En cuanto a la Aduana, no me revisaron nada. El de migraciones miró la pantalla e hizo unas marcas en el formulario y el de Aduana las miró y me dejó seguir de largo. Capaz que te revisan la valija electrónicamente, lo vuelcan en el sitema y el de migraciones más o menos verifica que hays declarado eso.

A la salida me tomé un Taxi y me vine al hotel, que es el mismo de la vez pasada. Los del hotel, con muy buen tino, incluyen como llegar al hotel en el formulario electrónico de reserva, así que sólo tuve que darle el papel al taxista, que por supuesto era pakistaní o algo así, y el tipo me trajo. Camino al hotel pasamos por el estadio de los New York Giants, que queda cerca, y ahí me enteré que la Selección Argentina jugaba con la de USA esta misma noche, lo cual confirmé con la concerje del hotel, una portorriqueña (creo, por el acento) que me dijo que el hotel estaba lleno de "Ches" por ese mismo motivo. Mientras esperaba que me dieran un cuarto (eran apenas las 8:00, muy temprano para el check-in) desayuné y tuve oportunidad de ver tanto hinchas argentinos como americanos deambulando por el hotel.

A las 10:00 me dieron el cuarto, me pegué una ducha y me fui a dormir hasta las 14:00, cuando suponía que iban a llegar Mike e Irene. Llegaron a eso de las 14:30 y nos fuimos a almorzar a un restaurante portugués que ellos conocen. Mike casi me confunde con otro que andaba con una camiseta de la Selección y después en el estacionamiento vimos a varios más con una bandera de cancha, sacándose fotos. Mike dijo de llamar a un revendedor que conocía para ver si conseguía entradas para el partido pero al final lo descartamos cuando a la vuelta vimos el terrible bolonqui de autos que iban al estadio, preludio seguro de un lleno total.

El restaurante, Valença, es una tipica cantina familiar, repleta de gente y eso que eran más de las 15:00. Comimos chourizo em barca, que es como un chorizo español pero no tan condimentado, largo y doblado en U como longaniza, al que asan y te lo sirven en una especie de botecito de barro llenan de alcohol y lo encienden para darle un flambeado. También comimos almejas en su concha saltadas en ajo y cilantro, y de plato principal lechón rostizado, que es la especialidad de la casa y el favorito de Irene. Todo acompañado por sangria y, de postre, creme brulée.

Terminados de almorzar, a las 18:00, nos volvimos para el hotel, previo paso por un supermercado para comprar comida y bebida para el minibar. Compré jugo de naranja, gaseosa y frutas: cerezas, uvas chilenas, pera asiática y pomelo. Había peras argentinas, pero todavía estaban verdes, así que las dejé. Vuelto al hotel, y ya sin idea de cenar dado lo tarde del almuerzo, me dediqué a mirar el partido y videochatear con Vane, ya que al menos este hotel tiene una conexión de Internet decente y, luego, a escribir esta entrada.

Eso es todo por hoy. Mañana será el turno de laburar.